Con motivo de la celebración hace unos días del día mundial del melanoma (23 de mayo) y próximamente del día europeo del cáncer de piel (13 de junio), en el post de esta semana se recuerdan los aspectos más importantes de esta afección en piel palpebral y resto de estructuras oculares.
El melanoma en los párpados es poco frecuente pero potencialmente letal. Aunque los melanomas cutáneos se caracterizan habitualmente por la pigmentación, la mitad de los que afectan a los párpados son clínicamente no pigmentados, lo cual dificulta el diagnóstico. Los signos indicativos de malignidad incluyen bordes irregulares, asimetría, cambios de coloración y un tamaño superior a 6 mm de diámetro.
El melanoma ocular se desarrolla en la capa intermedia del ojo llamada úvea, que la constituyen iris, cuerpo ciliar y coroides, aunque también puede aparecer en la conjuntiva. Se desarrolla igual que uno en la piel, y pese a que es raro, resulta el cáncer ocular más frecuente en los adultos.
Los factores que pueden aumentar el riesgo de su desarrollo son: piel y ojos claros, edad avanzada, exposición a radiación ultravioleta (natural o artificial como cabinas de rayos UV), o algunas afecciones de la piel, como nevus displásicos. Por otro lado, se ha visto que hay una fuerte influencia genética, ya que ciertas mutaciones genéticas son más frecuentes en pacientes con melanoma.
En cuanto a los síntomas, en las primeras etapas no suelen darlos, así que la mayoría se detectan en exámenes oftalmológicos rutinarios, de ahí la importancia de revisiones anuales a partir de los 40 años para la detección precoz. En estadios más avanzados, pueden provocar alteraciones de la visión, visión borrosa, destellos de luz, moscas volantes, manchas oscuras en el iris, deformación de la pupila o asimetría del volumen orbitario.
A la hora del tratamiento, cuando son muy pequeños en principio la actitud es expectante, observándolo cada cinco meses aproximadamente y documentando el tamaño haciendo fotografías. Si crece o es grande en el momento del diagnóstico, hay que tratarlo mediante radioterapia, quimioterapia o cirugía.
La mejor manera de ayudar a prevenirlo es usar gafas con cristales de calidad y con el nivel de protección adecuado durante la exposición solar. Al igual que en el resto del cuerpo y de la cara, es importante la aplicación de cremas con factor de protección frente a los rayos UV a nivel periocular.
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