Recientemente se ha publicado un estudio por la Universidad de Ohio, en el cual concluye que sustituir las gafas por lentes de contacto puede mejorar la autoestima de los niños y adolescentes que necesitan corrección visual.

En concreto, el estudio observa que los usuarios de lentes de contacto de entre 8 y 11 años se sienten mejor con su apariencia personal, su capacidad atlética y su aceptación social que los que llevan gafas. Además, tienen “mayor visión periférica y más natural”.
Este trabajo recogido por Alcon se une a otros que recomiendan el uso de lentillas entre los menores, de los cuales “uno de cada cinco de entre cinco y quince años requiere alguna corrección visual”.
Otro de los estudios en este sentido es uno realizado por la Universidad Europea de Madrid (UEM) y que concluye que “un 75 por ciento de los niños menores de 16 años que utilizan gafas no practica deporte por miedo a romperlas”.
Además, se expone que “hasta el 86 por ciento que lo practican deben quitárselas mientras desempeñan la actividad deportiva”.
Mi opinión ante todo esto es que, entre los seis y los ocho años, casi todos los niños pueden ser buenos candidatos para utilizar lentes de contacto, siempre que se realice un seguimiento estrecho de la adaptación y se les vea capacitados para realizar los hábitos higiénicos y las destrezas manuales asociadas al uso de las mismas.
Pero siempre deben de ser previamente valorados por un especialista en contactología y un oftalmólgo especialista en córnea.
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