Con relativa frecuencia es necesario el tratamiento con inmunosupresores de determinadas inflamaciones graves del ojo (uveítis) para evitar la ceguera (coriorretinopatía en perdigonada, enfermedad de Bechet, etc.). Está bien establecido que existe cierto riesgo de desarrollar cáncer cuando se emplean fármacos inmunosupresores en el manejo de los trasplantes o cuando se emplean en el tratamiento de enfermedades inflamatorias no oculares. Los tipos de cáncer con los que se realacionan son cáncer de piel (excepto el melanoma) y linfomas asociados con el virus de Epstein-Barr.
Existe interés por saber si también los inmunosupresores podrían inducir estos tipos de cáncer cuando se emplean para el tratamiento de enfermedades oculares inflamatorias.
Recientemente se ha publicado un estudio observacional de 190 adultos tratados de enfermedad inflamatoria ocular bien con corticoides sólo (58 pacientes, 31%) o bien con inmunosupresores más corticoides (132 pacientes, 69%) durante un período de más de 6 meses (la duración media de la exposición al tratamiento inmunosupresor fue de 4.0 años). Los pacientes correspondían a un hospital de Sydney (Australia). El tratamiento inmunosupresor incluía antimetabolitos, inhibidores de células T, agentes alquilantes o una combinación de ellos (1).
Este estudio encontró 25 casos de cáncer, incluyendo 2 en el grupo de corticoides sólo y 23 en el grupo de corticoides + inmunosupresores. La mayor parte fueron cáncer de piel (no melanomas): 12 o linfomas (4) consistente con los resultados de los estudios realizados en otras enfermedades no oculares. Sin embargo, el riesgo absoluto de la aparición de cáncer fue bajo, con un exceso de riesgo atribuible al tratamiento inmunosupresor de 0,0089 por persona y año. Además, no hubo ninguna muerte atribuible al cáncer durante el período de observación (aproximadamente 7 años).
Parece razonable sopesar el riesgo-beneficio con este tipo de tratamiento. Son indudablemente necesarios en algunos casos para evitar la ceguera y su uso puede ser preferible a un tratamiento prolongado con corticoides (los efectos secundarios de éstos a largo plazo pueden ser peores).
Por otro lado no todos los fármacos inmunosupresores tienen el mismo riesgo de desarrollar cáncer. De este modo, el micofenolato de mofetilo y el metotrexato son los que inducen cáncer menos frecuentemente. Ciclosporina y azatioprina lo inducirían con una frecuencia algo mayor. Los agentes alquilantes inducirían el cáncer con una frecuencia claramente mayor (afortundamente éstos apenas se utilizan para el tratamiento de inflamaciones oculares).
En cualquier caso parece recomendable que los pacientes tratados con inmunosupresores deben evitar la exposición a la luz del sol y deben ser sometidos a exámenes periódicos de la piel por un especialista en Dermatología.
(1) W B Yates et al. Malignancy risk in patients with inflammatory eye disease treated with systemic immunosuppressive therapy. Ophthalmology 2015; 122: 265-273.